Escuchar humildemente

Cuando el candidato ganador de la primera vuelta pidió humildad transmitió algo que es bien necesario en política y que tiene que ver con la necesidad de escuchar lo que sucede más allá de los conflictos de gestión o de los conflictos de gestión de la interna, que puede no necesariamente ser la interna dentro […]

Escuchar humildemente

Cuando el candidato ganador de la primera vuelta pidió humildad transmitió algo que es bien necesario en política y que tiene que ver con la necesidad de escuchar lo que sucede más allá de los conflictos de gestión o de los conflictos de gestión de la interna, que puede no necesariamente ser la interna dentro de un espacio político sino también la interna del sistema político. Algo de la idea de la casta que trasmite Javier Milei lee este malestar de la distancia entre dirigentes y experiencias de varios sectores. El asombro de los resultados en ambas elecciones en parte tiene que ver con esto, con una dolorosa sensación de distancia de un electorado que parece todo menos dócil y de una dirigencia que no logra interpretarlo a tal punto que los resultados aparecen como sorpresa.

Que sea el ministro de economía de una economía en crisis el candidato que haya logrado remontar los resultados electorales se ve como una situación evaluada como milagrosa por algunos y como resultado irracional por otros. Y en realidad los resultados electorales son sin dudas explicables desde varios lados pero no desde lo extra político, sino desde una definición de lo político que no deja afuera elementos como los sentimientos, los razonamientos o la ética.

Empiezo por lo último, la indignación generalizada de la población por la ya nombrada distancia de los referentes políticos refiere a varias cuestiones, sin dudas la de la corrupción es una de ellas. Más criticada cuando son los que pretenden definirse como populares, sin dudas, pero esto tiene también razonabilidad, si se están proponiendo como representantes de los de abajo, de los trabajadores seguro es más indignante la acción que contraríe esa representación. Poder decir que robar está mal y no es una consecuencia aceptable es un límite ético que sigue portando importancia.

Pero también el enojo ético refiere la distancia no de la corrupción para aprovechamiento económico sino también a la cerrazón dentro de  lo que se define como “político” por fuera de los intereses y sólo como un juego de presiones, cupeos y acuerdos. El sobregire de la interna permanente, la hiperventilación de las tensiones internas en un pueblo que sufre las consecuencias económicas y sociales con el propio cuerpo refuerza esta sensación de hastío con las organizaciones políticas y las y los políticos. Llamar a la humildad también es llamarse a elegir las batallas, incluso las internas y si no, evaluemos la alegría que generan los resultados favorables para quienes hasta hace no tanto eran considerados como los enemigos y no los potencialmente aliados. El peronismo logró mostrarse sufrientemente unificado, recuperar aunque en un caos la iniciativa política sobre temas económicos, recuperar la presencia territorial, apostar a recuperar el discurso de lo público y lo estatal como respuesta, valorar la historia argentina como identidad.

Los razonamientos electorales explican tanto que se asuman riesgos cuando se vota en una instancia de interna abierta y así como también la reversión en una elección de primera vuelta. No es loco, no es milagro. Es la política en su dimensión más amplia.

Por último los sentimientos son una parte importante de la política. Una parte de la política que tiene que volver a sentir que hacer política es sobre todo compromiso con un pueblo al que hay que saber entender. Es cierto que no se ama lo que no se conoce y para conocer es necesaria la humildad. Este mes tiene que ser el comienzo de la apuesta por la recuperación de una política que empiece por asumir la responsabilidad y la humildad. Y es posible, si no, veamos lo que pasó el domingo.