Letras rojas: el día en que Independiente salió campeón y Racing se despidió de la A

"Avellaneda 1983, un Independiente-Racing inolvidable", un libro de Juan Tejedor y de reciente aparición, recrea uno de los partidos más legendarios del fútbol nacional, cuando los dos vecinos se enfrentaron en la última fecha en los extremos de la tabla.

Letras rojas: el día en que Independiente salió campeón y Racing se despidió de la A

Todo tenía pinta de presagio. El triunfo de Independiente en el clásico puso a Racing, por primera vez en el campeonato, en posición de descenso. En la tabla de promedios, la Academia tenía 21 puntos, la misma cantidad que Nueva Chicago. Abajo, únicamente aparecía Temperley, que había ascendido junto con San Lorenzo y no dividía los puntos que sumara. El “se van para la B” sonaba fuerte, aunque todavía había mucho por jugar.

La premonición fue precisa. 18 fechas más tarde, el descenso de Chicago estaba consumado y Racing dependía del fallo de la AFA, después del descalabro del partido contra su homónimo cordobés.

El Tribunal de Disciplina tenía que decidir rápido, con la última fecha programada para cuatro días después. Es que, casi al mismo tiempo que policías e hinchas se enfrentaban obligando a suspender Racing vs. Racing de Córdoba, una situación parecida se daba en Rosario, en otro partido que influía en la definición del campeonato. San Lorenzo visitaba a Central necesitado de ganar para asegurar sus chances en la fecha final. Los rosarinos no tenían otro incentivo que el de sumar algún punto para el promedio de 1984 -año en el que iban a terminar descendiendo-. El partido fue una batalla desde el comienzo. A los 35 minutos del primer tiempo, el árbitro Mario Gallina, que era comisario de la Policía, ya había expulsado a dos jugadores de cada equipo. En el segundo tiempo las expulsiones siguieron. El local jugaba con siete y el visitante con ocho cuando el uruguayo Éber Bueno puso el 1 a 0 para San Lorenzo. A seis minutos del final, Gallina anuló por fuera de juego un gol de Central, empezaron a llover piedras y botellas y se terminó todo. A Héctor Veira, DT de San Lorenzo, se lo llevaron detenido. A Gallina, apropiadamente, con custodia policial. En definitiva, más allá del escándalo, era otro asterisco para la tabla, aplicado a otro equipo que terciaba en la definición del torneo.

Mientras pasaba lo que pasaba en Avellaneda y en Rosario, y Ferro le ganaba sin problemas a Unión en Caballito, Independiente jugaba en Córdoba contra un Talleres dirigido por un ídolo de Racing, Alfio Basile. El sábado, la noche anterior al partido, alguien dijo que alguien del plantel de Talleres había recibido un llamado telefónico de un jugador de San Lorenzo: “Hay 68.000 pesos argentinos si le ganan a Independiente. La mitad, si empatan”. Eran poco más de 3.000 dólares a repartir entre todos. Un chiste si se lo mide en relación con los números actuales. Un montón de plata para 1983: ese año, la inflación fue del 340% y de enero a diciembre, el peso se devaluó más del 300%, acumuló un 2.400% en dos años y a la moneda le cambiaron el nombre (el peso argentino reemplazó al peso Ley 18.188) y le sacaron cuatro ceros. Una trampa, en todo caso, penada por el reglamento.

Nadie confirmó nada. Después del partido, en medio de los festejos porque Amadeo Nuccetelli había sido reelecto presidente de Talleres, se dijo que la comisión directiva había establecido un premio extra para el plantel. Entre Talleres e Independiente existía una rivalidad importante, nacida en la famosa final del Nacional 77 y que creció en las semifinales del Nacional 78 y en algunas goleadas para uno y otro ocurridas luego.

El partido se jugó con dientes apretados pero, a diferencia de lo ocurrido en otras canchas, terminó. El 1 a 1 mantuvo a Independiente con un punto de ventaja sobre Ferro y -si el asterisco se convertía en partido ganado- San Lorenzo. El empate, además, dejó al Rojo sin dos de sus titulares para la definición: el arquero Goyén, desgarrado, y el lateral izquierdo Carlos Enrique, expulsado y luego suspendido por siete fechas.

“Un punto es importante. El jueves vamos a dar la vuelta olímpica en Avellaneda”, dijo el Pato Pastoriza, técnico de Independiente. “Sentimos el cansancio pero lo mismo vamos a ser campeones”, dijo el Bocha.

El 21 de diciembre a la noche salieron los fallos del Tribunal de Disciplina de la AFA. Se daban por terminados los dos partidos suspendidos por incidentes, con los resultados que tenían hasta el momento de la interrupción. Ganó San Lorenzo. Perdió Racing. Los clubes perjudicados por la decisión tenían 72 horas hábiles para apelar, es decir, hasta la noche del lunes 26 de diciembre. “Queremos jugar los minutos que faltan”, había dicho el presidente de Racing. Ahora, la urgencia era otra. Menos de 24 horas después de haberse anoticiado del fallo en contra, tenían que enfrentar a Independiente. Primero estaba el partido, después una eventual recusación y tratar de hacerle dos goles en un ratito a Racing de Córdoba, el último de la tabla.

Rosario Central sí aceptó el fallo, la derrota, y en la última fecha jugó con varios suplentes -y perdió- justamente contra Racing de Córdoba. Un año más tarde, le faltaron tres puntos para salvarse del descenso.

En la tarde del 22 de diciembre, bajo la doble visera de cemento y en todas las tribunas del estadio había más de 50 mil hinchas de Independiente. En un rincón de la enorme visitante, unos 500 de Racing. No hubo agresiones de ningún tipo. Independiente salió a la cancha con Moriconi en el arco -en todo el torneo, había jugado únicamente un partido completo y un rato en la fecha anterior cuando Goyén se lesionó-, Zimmermann, Villaverde, Trossero y Clausen (de tres, en lugar de Enrique, y no de cuatro como siempre); Giusti, Marangoni, Bochini, Burruchaga; Sánchez y Percudani. En el banco, Prono, Monzón, Carrizo, Godoy y Merlini. Para Racing formaron Rodríguez; Solari, Castello, Veloso y Campos Aquino; Caldeiro, Urán, De Andrade; Matuszyczk, Lozano y Larrachado, con Wirzt, Bottaniz, Martínez, Leiva y Scalise como suplentes. Varios de los jugadores de Racing habían ganado a principios de año el Proyección 86, un torneo televisado disputado por juveniles.

San Lorenzo iba de local contra Platense. Ferro, de visitante con Huracán. River, penúltimo, dialogaba con Griguol, Basile, Nito Veiga y Luis Cubilla en busca de DT para el año siguiente. En Boca, el presidente Domingo Corigliano intentaba conseguir que Guillermo Cóppola, “asesor” del plantel profesional, convenciera a los futbolistas de que levantaran la huelga por falta de pago de sueldos y se presentaran a jugar contra Instituto.

Apenas pasadas las seis de la tarde, empezó el partido en Avellaneda.