Massa hace leyes para su legado y condicionar al que venga

El ministro/candidato busca exhibir músculo político aprobando proyectos en el Congreso a pesar de no tener mayoría, y muestra en las calles el apoyo de un aparato que otros relativizan. El valor de los debates.

Massa hace leyes para su legado y condicionar al que venga

Por José Angel Di Mauro

Dos semanas. Ese fue el tiempo que le demandó al oficialismo convertir en ley un proyecto de alto impacto como es el que elimina la cuarta categoría del impuesto a las Ganancias reduciendo a su mínima expresión la cantidad de trabajadores en relación de dependencia que en el futuro deberán pagar ese gravamen.

En efecto, el número estimado de contribuyentes que en adelante abonarán ese impuesto es apenas 90 mil; una cifra bastante reducida con respecto a los 701.928 que pagaban hasta ahora, y ni qué decir si se lo compara con los 2.245.880 que terminaron haciéndolo en tiempos de Cambiemos, según se encargó de remarcar una y otra vez las últimas dos semanas el massismo gobernante. 30% al final del macrismo; 7% ahora y 0,88% de los empleos registrados en el país a partir de la aplicación de esta ley, aunque en la práctica ya está vigente vía decreto.

Solo dos semanas demoró todo el proceso de tratamiento, y ese no es un dato menor si se lo considera en el marco de una administración como la del recordado Alberto Fernández, que anunciaba cosas que nunca se concretaban y mandaba iniciativas que morían en Mesa de Entradas sin llegar siquiera a comisión. Un caso único de desdén legislativo de parte de un oficialismo en la Argentina.

Titular de la Cámara de Diputados durante casi tres años, hasta que se puso al frente del Ministerio de Economía para desde allí construir una candidatura presidencial que en su sitial de la Cámara baja sabía que no alcanzaría, Sergio Massa sabe del valor de las leyes por lo que representan como legado. Pretende que la historia lo recuerde -entre otras cosas- como quien prácticamente eliminó ese gravamen, cumpliendo una prédica que encabezó al menos desde 2015. Premisa que compartió con Mauricio Macri, que puso ese objetivo como promesa de campaña, aunque lo dejó de lado cuando llegó al poder y conoció realmente las estrecheces fiscales con las que debería manejarse.

Desde el gobierno, siguió prometiendo a lo largo de todo su primer año que corregiría el impuesto, pero como no lo hacía, el Frente Renovador de Massa se alió por primera vez al kirchnerismo y el bloque Justicialista para hacerlo por su cuenta. Fue una experiencia piloto de lo que podía lograr el peronismo unido, que tres años después le daría una paliza electoral a Cambiemos. Esa historia con Ganancias terminó ese 2016 con el gobierno de Macri negociando con gobernadores una solución que le alcanzó para salvar la ropa, pero el gravamen siguió existiendo y abarcando a una buena parte de los asalariados registrados.

Uno de los legados que dejará Massa de su paso por la gestión que actualmente ocupa será el de Ganancias, pero también pretende ser quien haya reducido el pago del IVA en la canasta básica alimentaria. Un beneficio que a las apuradas instrumentó el gobierno anterior después de las PASO de 2019, y que le tumbaron en la justicia los gobernadores peronistas que ahora guardan silencio. La media sanción saldrá seguramente dentro de diez días y en pocos más -si el Senado se pone las pilas- será otra ley que el ministro/candidato coronará, para jactancia propia y complicación del futuro gobierno. En este caso será algo más de un punto del PIB el costo fiscal de este bienvenido beneficio; en el de Ganancias, un billón de pesos, lo que representaría un 0,28% del PIB para 2024.

Massa sabe que la tiene complicada para coronar con éxito su candidatura presidencial para este turno, pero en cualquier caso edifica para el futuro. Como hemos dicho, su objetivo de mínima es estar en el balotaje, y con ello garantizarse al menos ser el jefe de la oposición de un gobierno que imagina débil, tratándose del de Javier Milei, que es el escenario que supone. En ese caso, el costo fiscal de los beneficios que otorga serán cosecha propia y complicación ajena.

Refrendadas por leyes, ni pensar en lo que debería lidiar un futuro gobierno que quiera revertirlos.

El ministro/candidato terminó la semana con un gran acto que le organizó la CGT frente al Congreso para festejar la aprobación de “la eliminación de Ganancias”, coronado por su discurso desde el palco instalado para la celebración. Para Massa, demuestra músculo político con esas medidas y exhibe al movimiento obrero encolumnado detrás suyo, lo que no es poca cosa.

Desde la otra vereda relativizan el valor de esas movidas y ponen como ejemplo lo sucedido con Horacio Rodríguez Larreta y una campaña en la que agregó al poder que ya de por sí le brindaba su cargo al frente de la Ciudad, haber sumado al jefe del radicalismo como vice, a Martín Lousteau, y a tantísimas otras figuras, para terminar perdiendo la interna por 6 puntos. Ya hasta se podría hablar del verbo “larretizar”, entendiendo por ello a la condición de acumular detrás de una candidatura nombres y estructuras pensando que con ello se ganan elecciones, cuando está visto desde el 13 de agosto que alguien sin ninguna estructura política ni experiencia política y mucho menos de gobierno, puede terminar imponiéndose.

Así y todo, Patricia Bullrich le dejó en la semana su mensaje al ministro/candidato: “Massa, no vale hacer desastres en la economía (…) Termine con su fiesta porque su fiesta termina con el país. Basta de gastarse la plata de los argentinos, no es suya”.

Nada a lo que el candidato de UP vaya a prestar atención. Enfrascado en una campaña en la que no tiene descanso, Massa se bajó del palco el viernes para ingresar al Palacio Legislativo y sacarse fotos y hablarles a más de 900 jóvenes de todo el país convocados por la Cámara de Diputados para participar del XIX encuentro nacional “Uniendo metas”, que se celebró viernes, sábado y domingo en el Congreso. Cada voto vale y los chicos votan.

El ministro/candidato con jóvenes que participaron de un evento en la Cámara baja.

El objetivo de convertir en ley la modificación de Ganancias sirvió como excusa para que el Senado volviera a sesionar después de más de 5 meses sin tratar proyectos. Y antes de tratar lo que podría denominarse la Ley Massa, debatió lo que realmente le interesaba a la presidenta de esa Cámara: los pliegos judiciales que venían demorándose por no poder el oficialismo reunir quórum. Al final no fueron los 75 pliegos originales: los redujo a 33, pero entre ellos plantó el de Ana María Figueroa, a quien la Corte Suprema había cesado puntualmente semanas atrás por no haber conseguido en tiempo y forma prorrogar su gestión más allá de los 75 años cumplidos el 8 de agosto pasado. El Tribunal Superior fijó de paso un precedente para el futuro, que desafía Cristina Kirchner con la aprobación obtenida el jueves para la citada magistrada, en lo que representará un conflicto de poderes con final cantado: la Corte no va a revertir su decisión y la jueza no volverá a la Cámara de Casación. Como así tampoco el kirchnerismo quiso revertir su decisión de mantener a Figueroa en el temario de esa sesión. A nadie que conozca a los Kirchner podrá sorprender su actitud.

El desempate de la presidenta provisional del Senado por el pliego de Figueroa. (Foto: Comunicación Senado)

Sí se sorprendió Juntos por el Cambio cuando la votación para nombrar a la jueza terminó empatada. Estaban convencidos de que si el oficialismo avanzaba con la sesión era porque ya había solucionado todos los inconvenientes previos con cada senador en duda y tenía número para sesionar y aprobar los nombramientos. Así, se desentendieron un poco de alistar a la tropa propia, sin reparar en que les faltaba una senadora, de viaje en Alemania. Lo cierto es que para el 35-35 que terminó registrándose y habilitando el voto doble de quien presidía la sesión medió el retiro de una senadora misionera, aliada habitual del oficialismo y puntualmente kirchnerista: Magdalena Solari Quintana. Después se dijo que su retirada fue “táctica” -después de la votación regresó a participar del resto de la larga sesión-, una demostración de su jefe directo, Carlos Rovira, para marcar que su alineamiento político es hoy con Massa y no con Cristina, pero la sensación es la de que forzaron el empate para meterle ruido a Juntos por el Cambio por el faltazo de la senadora Lucila Crexell. Y lo lograron: la Coalición Cívica salió con los tapones de punta y en un comunicado expresó que “esa ausencia es efectivamente una falta a los valores institucionales que nuestro espacio representa y defiende”.

Todo lo que aporte para el internismo galopante en el seno de la principal oposición es bienvenido en el oficialismo.

Independientemente de esas vicisitudes, toda la expectativa estará puesta este domingo en el debate que se celebrará en Santiago del Estero entre los candidatos presidenciales. Allí, seguramente Bullrich le repetirá a Massa lo que acabamos de transmitir. Hará especial hincapié la candidata de JxC en el estado de la economía y la responsabilidad que le ocupa precisamente a Massa por ser quien está a cargo de la misma. Se preparó los últimos días para eso, a sabiendas también de que sus principales rivales harán mella en sus supuestas falencias en la economía. No por nada el ministro insiste en referirse a ella como “la ministra de Seguridad de Melconian”, a quien dicho sea de paso guardaron un poco luego de su gran exposición inicial para no opacar la figura de la candidata presidencial.

Como nunca hasta ahora, se espera esta vez que los debates puedan inclinar la balanza hacia algún espacio de la muy pareja contienda que revelaron las PASO. Y tendrán la particularidad de que, a diferencia de otros, habrá tres y no dos protagonistas principales. Dos de los cuales encenderán velas porque el tercero se descontrole. Y éste a su vez tendrá que resolver un dilema: ¿Se muestra mesurado, para dar una señal de gobernabilidad de sí mismo y aventar fantasmas; o se deja ganar por la ira para ser fiel a sí mismo y no defraudar a los seguidores que lo idolatran? Se verá.