Proporciones electorales y “batalla cultural”
El contexto hace todo más cuesta arriba y se profundiza la tendencia individualista.
                                Las elecciones parlamentarias sorprendieron a todos y motivaron distintos análisis. Desde el oficialismo, el foco estuvo puesto en la comparación con lo ocurrido en septiembre en la provincia de Buenos Aires y se habló de una remontada casi “épica”, que estaría indicando que en última instancia los argentinos y las argentinas apoyan el rumbo actual. Considero que es una lectura incompleta y que deriva en conclusiones sesgadas.
Es cierto que el resultado en la provincia de Buenos Aires se revirtió, pero de todas formas el espacio de Fuerza Patria (FP) obtuvo casi la misma cantidad de votos que en la elección de septiembre.
El 40,7% obtenido por La Libertad Avanza (LLA) a nivel nacional es un número cercano al que las opciones de derecha han sacado en general, desde el 2003 hacia acá en los comicios de medio término. Este porcentaje está lejos de mostrar la existencia de un apoyo absoluto de la ciudadanía al gobierno y sus políticas, como se intenta hacer creer.
Un aspecto que casi no se menciona es que en 2023, en la primera vuelta presidencial, sumados, LLA y Juntos por el Cambio obtuvieron cerca del 54 por ciento. Es decir que entre aquel momento y éste la opción conservadora perdió unos 14 puntos.
Cabe señalar que el 35% que obtuvo FP en la elección de diputados no es un porcentaje menor: sólo 6 puntos menos que el obtenido por LLA. El resto representa una porción más fluctuante y/o compuesta por opciones minoritarias.
Como suelo decir: “las blancas también juegan”. La “campaña del miedo” constituye un importante factor explicativo de lo que ocurrió el domingo 26. A partir de ella se logró instalar en el imaginario social la idea de que si ganaba la oposición todo “volaría por los aires”.
Es interesante el comentario de Claudio Jacquelin en La Nación, que relata dos trabajos que analizan una mutación significativa respecto del perfil de los votantes que acompañaron a Milei en la primera vuelta de 2023, sobre todo en el AMBA y, en parte, en el noroeste del país. Los dos estudios “muestran un retraimiento de votantes de sectores populares, provenientes de ámbitos sociodemográficos históricamente más próximos al peronismo. Estos fueron reemplazados por votantes que antes adherían mayoritariamente al PRO y a sus aliados cambiemitas y se habían sumado en la seguda vuelta presidencial”, y a quienes el temor a un colapso económico, y a la recuperación del espacio kirchnerista los llevaron al voto libertario el pasado domingo.
El análisis de los resultados de la elección no puede obviar que en ellos resultó clave el apoyo del gobierno de Estados Unidos, sosteniendo el tipo de cambio y a la vez amenazando con retirar la ayuda si perdía el oficialismo. Ante el temor instalado, una porción de la sociedad argentina optó por apoyar a la LLA.
El propio Donald Trump, mentor del salvataje al gobierno de Milei, señaló que “fue realmente inesperado conseguir esa victoria, algunos pensaban que sería difícil ganar. Y no solo ganó, sino que ganó mucho. Así que, fue algo fantástico”.
La gratitud del Presidente argentino no tardó en llegar: “Gracias, presidente Donald Trump por confiar en el pueblo argentino. Usted es un gran amigo de la República Argentina. Nuestras naciones nunca debieron dejar de ser aliadas. Nuestros pueblos quieren vivir en libertad. Cuente conmigo para dar la batalla por la civilización occidental, que logró sacar de la pobreza a más del 90% de la población mundial”. Es preciso recordar que en abril ya había estado en Argentina el secretario del Tesoro, Scott Bessent, en un viaje relámpago, mucho antes incluso de que el gobierno se viera afectado por diversos escándalos y resonantes derrotas en el Parlamento. ¿Acaso ya estaban diseñando el plan que ahora están llevando a la práctica?
En un artículo publicado en Clarín, Marcelo Bonelli afirmó que el gobierno “tiene todo el aval de Washington. Encima, Scott Bessent hasta escribe la ‘partitura’ de lo que Argentina debe hacer en lo económico y lo político. Esa intervención directa sobre los funcionarios genera confianza en hombres de negocios”.
Las reformas, que son parte del modelo, vienen ahora con mayor presión, producto del auxilio que otorgó el gobierno de Trump.
En este sentido, la convocatoria a los gobernadores provinciales, en cierta medida una puesta en escena para demostrar fortaleza y “gobernabilidad”, va en línea con el objetivo de construir una alianza política que permita avanzar con las reformas estructurales (laboral, impositiva y seguramente, más adelante, la previsional), pero también con la reforma del Código Penal y con la aprobación del Presupuesto 2026.
Tras la reunión, el presidente Milei hizo referencia a la existencia de “un consenso absoluto”. No obstante, se trató de una convocatoria segmentada, dado que no se citó a cuatro gobernadores, que representan prácticamente a la mitad de la población argentina. Entre ellos, Axel Kicillof expresó su voluntad de concurrir si hubiese sido invitado. La construcción del consenso al que se refiere el Presidente no es tal cuando no se invita a quienes piensan distinto.
Mirando hacia adelante
La polarización expresada el pasado domingo será el escenario político de base que delineará el devenir de los próximos dos años, y que vendrá con sus variantes. Cabe recordar que la composición parlamentaria que en 2024 le dio las “herramientas” al Poder Ejecutivo y aprobó la Ley Bases o el uso del DNU, es la misma que en 2025 comenzó a decirle al gobierno “es hasta acá”. Lo que cambió fueron los efectos, sobre la sociedad, de las políticas que llevó adelante la actual administración. Además, considerando que el ajuste continuará y seguirá incidiendo negativamente en el humor social, es entendible el apuro del gobierno para avanzar con su agenda lo más pronto posible, una vez producido el recambio parlamentario.
Del otro lado, hay una porción de la sociedad que está dispuesta a acompañar el proyecto alternativo que expresa Fuerza Patria. Sin embargo, no alcanza con mantener el caudal electoral. El desafío pasa por consolidar proyectos que enamoren y entusiasmen lo suficiente como para ampliar las bases genuinas de apoyo ciudadano.
La capacidad de resistencia de los ajustados jugará un rol clave. Como señaló en su momento Floreal Gorini: “otro mundo es posible, si la gente así lo quiere, y lucha por eso”. Conseguirlo es parte de la batalla cultural, un concepto que no por nada también menciona el presidente, aunque con un sentido contrario.
No me canso de repetir que mientras la ciudadanía no entienda que los problemas de los productores de peras de la Patagonia, los de yerba mate, los trabajadores del Garrahan y los de ciencia y tecnología son parte del modelo que se está aplicando, la cuestión no se va a resolver.
Estamos en un contexto local e internacional que hace todo más cuesta arriba, en el que se ha profundizado la tendencia hacia un mayor individualismo en todos sus planos, con gran injerencia de las redes y los medios de comunicación. Si no logramos que se comprenda la cuestión de los dos modelos (y allí radica una vez más la batalla cultural) no se podrá conseguir un cambio en las proporciones que emanen de las urnas, necesario para habilitar y darle sostenibilidad a un proyecto alternativo al actual.
                        
                    
                
                    
                
                    
                
                    
                
                    
                
                    
                
                    
                
