Una elección clave, en circunstancias inéditas y en la que todo puede pasar

Estas elecciones se celebran en el marco de una de las crisis recurrentes a las que estamos tan acostumbrados los argentinos, pero que tiene muchos puntos de contacto con 2001. La insatisfacción general se ha visto reflejada en las PASO y podría confirmarse este domingo.

Una elección clave, en circunstancias inéditas y en la que todo puede pasar

Por José Angel Di Mauro

La democracia recuperada en 1983 cumple este 10 de diciembre redondos 40 años. Quiso el destino que justo esta conmemoración coincidiera con el que tal vez sea el momento de menor prestigio de ese sistema de gobierno. Lo cual se expresó en las elecciones primarias de agosto, con el elevado ausentismo registrado ese día.

Se justifica esa apatía de la ciudadanía en los resultados obtenidos por los gobernantes a lo largo de todos estos años, con crisis recurrentes que superan largamente a los períodos positivos. Fue lo que llevó a Luis Juez a expresar en la mesa de Mirtha en noviembre del año pasado que “ningún argentino puede decir que la democracia le cambió la vida”. Le llovieron críticas al cordobés por esas expresiones, pero algo de realidad debe haber en esos dichos que despertaron la condena de quienes precisamente eran alcanzados por esa crítica. Una reacción corporativa, en lugar de la necesaria autocrítica.

Luis Juez en el programa de Mirtha en el que lanzó su polémica frase.

Once millones de argentinos no fueron a votar en las PASO. Todo un récord, aunque esta alarmante cifra de ausentismo baja un poco si se contempla que buena parte de esa gente no va a votar nunca, pero el número sigue siendo elevado. Se verá este domingo, con estas elecciones generales que no parecieran despertar demasiado interés, producto del descrédito del sistema del que hablábamos. Juntos por el Cambio apuesta a que buena parte de aquellos que este domingo sí irán a votar, lo hagan por Patricia Bullrich. Los ilusiona la épica remontada de Mauricio Macri en 2019, que maquilló la fea derrota de las PASO poniéndole números más competitivos a la elección de octubre, aunque no alcanzaron para amenazar siquiera al triunfo cantado del Frente de Todos.

El tercer actor que aparece en esta contienda electoral es el que complica todo cálculo. ¿Y si una parte importante de los que no fueron a votar en agosto terminan haciéndolo por La Libertad Avanza? Sería lógico, teniendo en cuenta que una porción del voto habitual de JxC se ha ido a Milei. A esta altura, solo le queda a las huestes de Patricia Bullrich cruzar los dedos. Pero más que a Milei, ellos miran al candidato oficialista. Y se ilusionan con el dato cierto de que el peronismo no suele mejorar demasiado sus números entre las primarias y las generales, según se ve desde que existen las PASO.

Salvo en 2011, cuando el sistema se estrenaba y Cristina Kirchner era una candidata que acababa de enviudar y transitaba su mejor momento electoral. Exceptuando esa ocasión, el peronismo no mejora sustancialmente entre elección y elección. Ni siquiera sucedió eso cuando tenía viento de cola en 2019 y Alberto Fernández hizo una muy buena primaria (12.205.938 votos), mas en la general apenas agregó un reducido número de votos más (12.945.990).

Patricia Bullrich y Sergio Massa en disputa por un lugar en el balotaje.

La ilusión de Juntos por el Cambio está en superar a Sergio Massa este domingo y meterse en el balotaje, dando a priori por sentado que Javier Milei mantendrá el primer lugar que consiguió el 13 de agosto, pero ampliando los menos de dos puntos que consiguió de diferencia sobre el segundo -en aquella oportunidad, la sumatoria de Juntos por el Cambio-. Por lo pronto, Patricia Bullrich deberá fidelizar los 11 puntos que consiguió aquella vez Horacio Rodríguez Larreta, y en ese sentido apunta la incorporación del alcalde porteño como futuro jefe de Gabinete de un eventual gobierno de JxC.

No le será fácil a la exministra de Seguridad, que según la mayoría de las encuestas marcharía detrás de un Sergio Massa cuya supuesta competitividad ser materia de estudio si se corrobora este domingo. En su condición de ministro de Economía, el tigrense debería cargar sobre sus hombros el resultado de una muy mala situación económica, con un mercado cambiario prácticamente intervenido durante casi las últimas dos semanas, para evitar que el dólar escape a un nivel descontrolado.

A fuerza de inspectores y allanamientos, el gobierno logró evitar que los titulares reflejaran una cotización del dólar estacionada en las cuatro cifras. Como sea, el último cierre no fue el mejor. Se dijo que el blue se había ubicado en el orden de los 900 y pico, pero la realidad es que nadie vendía dólares. Y ya se sabe qué pasa cuando un bien buscado escasea… La realidad es que el viernes el dólar llegó a 1.200 pesos, y hay un sinnúmero de interrogantes respecto de lo que pueda llegar a suceder este lunes, a partir del resultado electoral.

No debería ser lo mismo que la contienda se defina este mismo domingo en primera vuelta -el escenario menos probable-, ya se sabe con qué ganador. Nadie augura días siguientes apacibles en ese caso. Tampoco es lo mismo que Massa esté en la segunda vuelta con Milei (todas las especulaciones se hacen con el exiguo ganador de las primarias). En ese caso, el ministro habría confirmado así que lo que hizo está bien y entonces debe profundizarlo, de cara al 19 de noviembre. Un escenario también complicado, por cierto.

Ni qué decir si el ministro de Economía queda afuera del balotaje y a partir de entonces se abrieran cuatro semanas de incertidumbre, con un gobierno de salida.

Consultados al respecto, los analistas económicos de aquí y el exterior coinciden mayormente en decir que cualquiera sea el resultado de este domingo, lo que viene no serán días calmos. Más bien lo contrario. “La Argentina perdió credibilidad e interés”, resumía un analista financiero consultado el viernes pasado.

Lo que el ministro/candidato Sergio Massa ha demostrado a lo largo de estas semanas ha sido una creatividad singular, no solo para mostrarse competitivo, sino también para encontrar recursos para mantener una supuesta imagen de control en una economía decididamente descontrolada. La última ayuda en la materia llegó de Oriente. El presidente saliente, en la última misión trascendente de su gestión, se sacó fotos con Xi Jinping y saludó gustoso a Vladimir Putin, pero también anunció en China que ese país amplió el uso del swap en 6.500 millones de dólares. “Es una garantía para que la Argentina siga creciendo con producción y trabajo”, dijo sobre la soga que ese paísle dio al gobierno para llegar con aire al menos hasta las elecciones. Con una cifra menor, en el futuro se le podrán hacer a esta administración los mismos cuestionamientos que a Macri sobre el préstamo del Fondo, en tiempos electorales.

Alberto Fernández y el líder chino en el anuncio del swap salvador. (Foto Presidencia de la Nación)

Massa llegó con lo justo a la contienda electoral, y confía en encontrar herramientas para lo que venga a partir del lunes, pase lo que pase este domingo. Puede decir al menos que quienes lo habilitaron para competir en representación del oficialismo le han cumplido. Se verá si los caudillos del interior hacen lo suyo para acompañar mejor que en las PASO esta elección en la que deberán preocuparse más por impulsar el voto propio que por cuidar boletas ajenas. Cristina Kirchner le ha cumplido en cuanto a no haberlo dejado hacer y no inmiscuirse, con el doble objetivo de mantener el voto propio y no espantar a los más moderados. Se verá si lo ha logrado; por lo pronto, se ha dedicado a inaugurar su cuenta de TikTok, sin cejar en su obsesión de delinear su agenda judicial, que incluye para este miércoles la convocatoria a la Comisión de Acuerdos para dar luz verde a otros 18 pliegos de jueces y fiscales: la última tanda propia antes del cambio de gobierno. La semana venidera, pase lo que pase este domingo, el Senado realizará su tercera sesión del año para tratar proyectos, con la excusa de convertir en ley la devolución del IVA y nuevas universidades, como pantalla del objetivo más deseado: aprobar esos pliegos judiciales.

Massa cuenta además con el favor de la CGT, que completará esta gestión sin haberle hecho ningún paro al gobierno, algo inédito en la historia. También con el favor de los gremios, que cumplieron con otros servicios -supuestamente por su cuenta-, como la campaña en las estaciones de trenes sobre el valor hipotético que tendría el boleto si no ganara Massa. O también -con menor difusión- lo que sucedería con Aerolíneas en ese caso. Un bonus track estuvieron a punto de aportar los bancarios, que anunciaron un insólito paro en algunas entidades por considerar “discriminatorio” que se adelantara el pago del aguinaldo… Al final, primó cierta cordura y la certeza de que un virtual feriado bancario el viernes último alteraría más los ánimos en la previa de una elección, y se levantó la medida dispuesta por el solícito Sergio Palazzo.

Los polémicos carteles sobre las tarifas ferroviarias.

Todo vale, todo sirve en vísperas de una elección trascendental y llena de interrogantes. El poder del Estado tiene un valor formidable no solo por aquello del “Estado presente”, que no es más que una frase en la mayoría de los casos, sino -y sobre todo- a nivel electoral. En materia de recursos y medidas. Como por ejemplo la de suspender las elecciones en Ucrania e Israel, con el argumento de la guerra.

Se entiende más en Ucrania, pero Israel mantiene su actividad relativamente normal, según cuentan los cronistas que cubren los hechos desde aquel país. Lo cierto es que el voto de los extranjeros se calcula en más de 450.000 y es mayoritariamente favorable a una de las tres fuerzas en pugna, aquella que lidia con el oficialismo para ingresar al balotaje.

En Abu Dhabi 533 argentinos están habilitados para votar; en Doha 86; en Moscú 247; Estocolmo 1.267; Estambul 106; Londres 7.427; Chicago 6.217… Pero en Tel Aviv, 14.184 argentinos no podrán votar este domingo. Una cantidad equiparable a Montevideo (14.437), Santiago de Chile (14.449) o Asunción (16.535). Todo suma con vistas a una elección tan ajustada y con final incierto.