Vinos de altura entre vikingos, bodegas familiares y la Ruta 40

El paisaje es todo: montañas, viñedos, ríos, arqueología, fincas y bodegas. Un recorrido rápido y sencillo por el Camino del Vino de Altura de Salta.

Vinos de altura entre vikingos, bodegas familiares y la Ruta 40

El Camino del Vino de Altura en Salta abarca una parte del Valle de Lerma y Valles Calchaquíes y en ese recorrido, Tiempo pudo visitar tres establecimientos durante las II Jornadas Nacionales del Turismo del Vino en un día, donde la historia vikinga, una emprendimiento familiar y una de las más antiguas bodegas salteñas revelan los atractivos de este mondo vini.

Quienes aún no fueron a Salta o quien hace mucho que no regresa a visitar estos valles Calchaquíes, se sorprenderá con el crecimiento de este Camino del Vino de Altura que hace veinte años contaba con unas 27 bodegas y hoy suman 47 alternativas para disfrutar.

El viaje desde Salta capital es por Ruta Nacional 68 y se puede hacer ida y vuelta en el día con empresas de viajes salteñas para trasladarse en micro, combi o hasta en vehículo pero tengan en cuenta que son unas cuatro horas de ruta en tramos de montañas junto al río Calchaquí. No subestime la montaña. Lo ideal es programar una noche en alguno de las localidades vallistas, una más hermosa que otra, y en este caso Cafayate, le brindará muchas posibilidades para enamorarse de este territorio.

Los colores, rojos, verdes, ocres, morados, despliegan ante sus ojos un paisaje precioso que en diversos puntos, invitan a descender del vehículo para conocer geoformas aunque la formación más famosa es el anfiteatro con acústica natural donde es común ver y escuchar músicos. Si bien está junto a la ruta, hay que caminar unos 200 metros hasta estar casi en la entraña de la montaña. El suelo es de piedras pequeñas de color grisáceo, el anfiteatro que dibuja la montaña es rojizo anaranjado y el cielo, turquesa. Hay artesanos en la entrada, algunos tallan ónix  otros, cuero y cerámicas.  

Aquí nomás, puede ocurrir que conozca a un bodeguero de la zona como Lautaro Damico, que se acomoda con su mesa, sus botellas y copas para convidar y por supuesto, vender su producción. Vende hasta plantines de vides.

El viaje sigue por la RN 68 y el paisaje es encantador.  Cuando se acerca a Cafayate verá viñedos a un lado y al otro del camino, opciones de bodegas, hay de todos los tamaños y observe bien la tierra que por momentos es casi blanca y hasta puede ver algo semejante a la arena más fina que haya conocido. Así es este territorio, en cada rinconcito, sorpresas.

Sangre vikinga

De barba y ojos chispeantes, Andrés Höy junto con su compañera Marianela Sacchet y sus hijas Florencia y Tania -Licenciada en Enología y trabajó en distintas bodegas en Mendoza y en Francia- desarrollan “Burbujas de Altura”, la bodega junto a la finca La Primavera, en Cafayate, sobre la mítica Ruta Nacional 40 a la altura del km 4347,4.  Es bien familiar, siempre hay que reservar la visita por la página web o por teléfono (www.burbujasdealtura.com.ar) porque todo es personalizado y en familia. Lo acompañarán a recorrer caminando los viñedos, reconocerán la hoja de acuerdo a  la cepa, verán los racimos si es verano y conocerán la cava y la sala de degustación. Acá lo curioso es que en la cava aprenderán aquella historia del siglo XVI en Francia, donde se originó el significado del “método Champenoise o Chamat” pero lo más curioso de todo está en la novedad de su producción: Pet Nat que significa “Petillant Naturel” y se refiere a un vino con pequeñísimas burbujas naturales. Algunos dirán que se siente como efervescente en la boca. Otros pensarán que es un espumante con poca burbuja, lo cierto es que son los únicos que hacen este vino Pet Nat  de uva torrontés, una cepa emblema en la región y ostentan ser la primera “champagnera” del Valle Calchaquí. 

No se haga lío con el apellido Höy (que se pronuncia HEY, con la vocal cerrada ) y para escribirlo, la letra “o” puede llevar diéresis o con una diagonal que la cruza porque su origen es Noruego, vikingo. Tan es así que en su último viaje por esas tierras lejanas, trajeron la idea de la simbología vikinga, el escudo, la espada y el martillo de Thor. Vayan y vean. 

“Dentro de poco vienen de visita unas lingüistas noruegas que quieren analizar la forma de hablar el idioma noruego de Andrés – le dice Marianela a Tiempo– porque como lo aprendió cuando era chico, hay modismos o palabras que ya no se utilizan y  los ha mantenido tal como los aprendió”.  

Hasta la bodega llegan de visita argentinos y extranjeros. Es que además de castellano e inglés se habla noruego, un detalle fantástico para quienes son de tierras vikingas y quieren disfrutar un día bajo el sol de Cafayate. 

Diseño innovador

Para la familia Dal Borgo, “el paisaje está en el ADN” de los vinos que elaboran. De madre geóloga y padre constructor, Carla Dal Borgo sabe que la finca que se extiende hasta las montañas tiene, quizás, el enigma de los diaguitas calchaquíes, porque allí, detrás de la cima que se une al cielo está Tucumán, son las Sierras de Quilmes. La bodega está en realidad en Animaná, a 8 km de Cafayate. 

De jueves a domingos, de 11 a 18, se recibe a los visitantes que podrán admirar el paisaje cómodamente sentados en las mesas del balcón aterrazado que deja admirar el paisaje pleno de viñas, permanecer en el interior es casi como estar afuera el diseño es sin muros, bah, son de vidrios y las vistas son de 360 grados, casi.  “Alma andina” es la marca y revela con una lupa a disposición para los amantes de los detalles, una roca que en su interior presenta un corazón rojo de minerales que se llama de esa manera, razón que les dio el nombre a los vinos. Hay otros tesoros, como artesanías en alpaca que son llamitas primorosas. La cata lo hará viajar por las distintas cepas incluso caminar entre los viñedos, para conocerlos, también le deparará alguna sorpresa como una mesa bajo las uvas blancas, que son sistema de parral lo resguardan del sol pleno que reina en los valles. Dentro de la bodega, donde están los famosos tanques donde se elabora el vino, con solo girar una canillita, le servirán en su copa (llévela siempre en su mano), para probar cómo es el vino y comparar con la bebida nacional terminada en la botella. De regreso a la sala de cata, las escaleras de cemento lo elevan al cielo rodeado de plantas de lavandas. Siempre se abren los campos plenos de vides. Es hermoso. (www.bodegadalborgo.com.ar)

El apellido del vino

En la bodega El Recreo, lo colonial es el aire y la arquitectura y la historia. La bienvenida la da Elena Pastrana, una guía excepcional. Nacida en los valles, creció y desarrolló la metié de recibir turistas en distintas bodegas de renombre y aquí, en el establecimiento que fundó Féliz Lavaque. Se puede recorrer desde la finca hasta las antiguas piletas. Sí, las que almacenaban el mosto, la uva, y donde empezaba a nacer la historia del vino.

Hoy las escaleras de la bodega conducen a este mundo de más de un siglo. Cuesta entender cómo hicieron para cavar los túneles, construir con piedras gigantes amalgamadas perfectas en grandes toneles de material, con una sola boca por donde se introducía la uva para luego, convertir en vino. Las distintas líneas de vinos reflejan las distintas generaciones. Francisco “Pancho” Lávaque dirige hoy el lugar y todos lo conocen por su producción en su propio espacio en el paraje “San Luis”.  Pero en El Recreo, los exigentes del mundo del vino encontrarán esas perlas que creen buscar. Desde la línea “Gaucho” hasta “Blanco de Pieles. Vallisto Extremo”; “la Trepadora”; “Inculto” hasta “Criolla Chica” con la etiqueta elegida por su hija Allegra Lavaque.

“Hay viñas de 120 años”, cuenta Elena Pastrana y despierta aún más el interés del pequeño grupo de visitantes. Pueden seguirlo en las redes, anuncia: @losvinosdelpancholavaque. Queremos ver todo. Queremos probar todo. Hay cata dirigida dentro de la bodega, sin embargo, las arcadas coloniales, los muros de casi un metro, y el infinito convertido en viñedos, son parte del encanto de este recorrido, donde hasta se emociona el chofer del transfer, Felipe Sajama. Cumple su primer día de trabajo,  que es conducir a grupos de personas hacia el paraíso: El Camino del Vino de Altura, en Salta.