Historia y mística, el bagaje de los penales de Boca

Como ningún equipo, llegó a la final de la Copa Libertadores con tres series ganadas desde los 12 pasos. Lejos de lo casual, junto a Chiquito Romero hay una tradición y el trabajo de Fernando Gayoso que alimentan el sueño de la séptima.

Historia y mística, el bagaje de los penales de Boca

“Es septiembre de 1977. En la noche del día 14, habrá un empate sin goles en el Estadio Centenario, habrá una serie definitoria de penales; de la serie, prevista en diez, ya se habrán tirado nueve, ya se habrán convertido nueve. El último lo habrá de tirar un jugador llamado Vanderlei. Y en el arco, Hugo Orlando Gatti, mitad reflejos, mitad intuición, se tirará luminosamente hacia su izquierda, interpondrá sus manos divinas, atajará ese penal decisivo, Boca será campeón de América por primera vez (primera de muchas), algo grandioso habrá pasado, algo imposible de olvidar”. Es un fragmento de Desde La Boca (2023), de Martín Kohan y Ricardo Cohen. Se refieren a la final de la Libertadores 1977 ante Cruzeiro, primera Copa de Boca, que, en efecto, ganó seis (1977, 1978, 2000, 2001, 2003 y 2007). En tres -1977, 2000 y 2001- por penales en la final. El fútbol argentino, cuya selección campeona del mundo en Qatar 2022 ganó por penales en los cuartos ante Países Bajos y en la final ante Francia, jugará con Boca el sábado 4 de noviembre, desde las 17, la final de la Libertadores frente al Fluminense en el Estadio de Maracaná. Podrá haber alargue y penales, los que no son una “lotería”. No existe casualidad. En el bagaje de Boca hay historia(s) y mística.

Desconocemos el origen, pero antes del que Gatti le atajó a Vanderlei hubo un penal aún enmarcado en el fútbol argentino, el que le atajó Antonio Roma a Delém en la Bombonera en la anteúltima fecha del Campeonato de la Primera División 1962. Delém pateaba con derecha y con izquierda. Roma evitó el empate de River (Boca ganó 1-0, con gol del brasileño Paulo Valentim, de penal, y le sacó dos puntos) y, en la última fecha, gritó campeón. El día del penal, Roma salió de la Bombonera por la noche, oculto en la caja de un camión. Boca suma 57 series de penales en su historia: ganó 41 (72%), nueve incluso para títulos, seis internacionales y tres locales. Una de sus tres Copa Intercontinental, la de 2003 ante el Milan, la ganó por penales en Tokio. También, al año siguiente, perdió por penales frente al Once Caldas en Colombia la Libertadores 2004. Si Boca decanta a menudo en los penales es porque suele llegar a las instancias decisivas de los torneos. Si en la protohistoria fue Roma, si el pionero internacional fue Gatti, los 2000 fueron del colombiano Óscar Córdoba y del Pato Abbondanzieri. Ahora es el tiempo de Sergio “Chiquito” Romero. A pesar de los penales y del talento de Romero en 2023 -ningún equipo había pasado desde los doce pasos todas las series hasta la final de la Libertadores-, Boca fue superior durante los 180 minutos ante Nacional, Racing y Palmeiras, finalista en tres de las últimas cuatro ediciones. Porque “lo que llamamos azar”, dijo Jorge Luis Borges, “es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad”.

Foto: Nelson Almeida / AFP

Chiquito Romero tapó 12 de los 26 penales en Boca (46%). Seis fueron en las series de la Libertadores 2023, récord de Boca y compartido junto al uruguayo Ever Almeida (Olimpia, 1989) en la historia de la Copa. Hasta antes de desembarcar en Boca, Romero -un pleno de Juan Román Riquelme cuando la cátedra televisiva aguijoneaba sobre la salida “libre” de Agustín Rossi, otro atajapenales, de paso- había atajado en su carrera 15 de 79 penales, incluidos los dos en la semi de Brasil 2014 ante Países Bajos en el Itaquerão. No hay que ser un matemático: sin la camiseta de Boca, el porcentaje baja a 19%. Minutos después de atajar los dos en la semifinal ante Palmeiras, también en São Paulo pero en el Allianz Parque, Romero dijo: “Estoy contento, a los 36 años me puedo divertir, me doy el gusto de disfrutar cuando llegan los penales y, si uno se divierte y disfruta, se hace todo más simple”. El mindfulness de Chiquito viaja en paralelo a la meditación de Dibu Martínez en la selección. Los penales son cada vez más “científicos”: estudio, intuición, técnicas, movimientos, porcentajes y trash talk. Para el resto, la definición por penales, describió el escritor Sergio Olguín en una hermosa contratapa en Página/12, es “el más dramático y heroico desenlace al que se puede aspirar en el fútbol”, “el único momento en el fútbol donde conviven de manera tan cercana la gloria o el olvido”, cuando, en concreto, “el fútbol se convierte en todos los deportes a la vez: exige la puntería de una competencia de tiro, la habilidad de un gimnasta en el guardameta, la frialdad mental de un ajedrecista en los pateadores, la valentía de un boxeador que desarma la guardia para tirar el golpe del nocaut, la soledad de un tenista que apuesta todo a una bola sobre el fleje”.

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