El desafío para el peronismo que representa Milei

Uno de los sorprendidos por el avance electoral de Milei es, o debería ser, el peronismo. Hasta hace algunas semanas, en los pasillos de Unión por la Patria circulaba bastante la teoría, tal vez algo autocomplaciente, de que Javier Milei se nutría casi exclusivamente de antiguos votantes de Juntos por el Cambio, y por lo […]

El desafío para el peronismo que representa Milei

Uno de los sorprendidos por el avance electoral de Milei es, o debería ser, el peronismo. Hasta hace algunas semanas, en los pasillos de Unión por la Patria circulaba bastante la teoría, tal vez algo autocomplaciente, de que Javier Milei se nutría casi exclusivamente de antiguos votantes de Juntos por el Cambio, y por lo tanto su presencia era algo ventajoso. Se creía que ello mantenía competitivo a Massa, aún a pesar de la pérdida significativa de votos que el espacio iba a sufrir con respecto a 2019, que ya se daba por descontada.

Milei, en suma, era casi una buena noticia: se presumía que la suma de Massa y Grabois podía estar en una línea de flotación que oscilaba entre los 35 y 40 puntos, y que ello no estaba tan mal, siempre y cuando “el resto” estuviera dividido entre dos fuerzas principales. 

Pero las primarias del 13 de agosto demostraron que todo ese modelo para pensar las elecciones estaba mal. Ya no había dos bandos, como decía la ¿extinta? «grieta» kirchnerismo vs. macrismo, sino tres, y Milei no se comía cual pacman los votos de JxC, sino que estaba avanzando también sobre el electorado peronista.

La contundencia del 30% mostró que La Libertad Avanza, la fuerza nueva, no es una mera escisión del cambiemismo, y que esta fuerza nueva se nutre de votos de todos lados, inclusive de Unión por la Patria y de la izquierda trotskista. Ya vendrán los estudios estadísticos más detallados que estimen cuántos votantes les “robó” Milei a cada una de las fuerzas preexistentes. Pero el sólo hecho de que el libertario haya logrado más de 7 millones de votos, y que tanto JxC como UxP perforasen sus respectivos pisos electorales por debajo de los 30 puntos porcentuales, es muy elocuente. 

Más aún, Milei también tiene una estrategia para sumar a su coalición a una parte de la dirigencia del peronismo. Desde que se lanzó a la política, hace unos dos años, viene avisando explícitamente que quiere integrar a sectores afines de origen justicialista, y algunos de sus candidatos locales, como Ramiro Marra o Martín Menem, tenían un pasado en el peronismo no kirchnerista.

En varias entrevistas, Milei definió a «la izquierda» como su enemigo, y convocó a una gran coalición ideológica que incluya a “los liberales, la nueva derecha, los ‘halcones’ de Juntos por el Cambio, el Peronismo Federal y el Peronismo Republicano”. Aclaró también, y muchas veces, que “no es peronista, pero tampoco gorila”, y admira y por momentos pareciera imitar a Carlos Menem, a quien pone en el lugar de “mejor presidente de la historia”. 

Cabe agregar también que Milei nunca critica a los gobernadores ni a los sindicatos, dos claves de la estructura del peronismo. De hecho, el triunfador de las PASO tiene reservado para los mismos dos roles importantes en su proyecto de reformas socioeconómicas  y laborales: propone delegar en gobernadores e intendentes la política de transferencias sociales -los famosos planes- y reemplazar el sistema actual de indemnizaciones por despido por un seguro de desempleo, y propone hacerlos administradores del mismo. Ambas propuestas significan una concesión significativa de los peronismos territorial y sindical. Como Menem, el plan de Milei es sumar a sectores del peronismo a la gobernabilidad de las reformas liberales.

Martín Menem, candidato de Milei en La Rioja.
Foto: Ismael Fuentes Navarro Telam

Todo lo anterior sugiere que el fenómeno Milei sobrevuela sobre el peronismo, y esto coincide con una crisis del liderazgo oficialista. En las elecciones de este año, muchos candidatos peronistas ganaron elecciones en sus respectivas provincias y ciudades, pero el peronismo nacional sufrió un cachetazo histórico, quedando tercero, y eso lo pone en riesgo de balcanizarse aún más.

¿Qué pasaría si llega al balotaje y pierde ante Milei? O peor aún, ¿qué pasaría si vuelve a quedar tercero en octubre, y Milei ganase la presidencial? Y el peor escenario: ¿qué pasaría si queda desplazado de la presidencial, haciendo su peor elección histórica, y también pierde la gobernación bonaerense?

En todos estos panoramas de derrota de UxP y triunfo mileísta, cierta cooptación de algunos sectores del peronismo por parte de Milei luce inexorable. Y ello muestra el tamaño de los desafíos que deberá enfrentar el peronismo actual, cuyo liderazgo formal está en manos de Alberto Fernández como presidente del PJ, en caso de otro revés en las urnas. Un poco de institucionalización y representatividad partidaria no le vendría mal.

Mientras tanto, en la mesa de quienes serán convocados resolver el problema del vacío estarán Cristina Kirchner, los peronismos provinciales y el sindicalismo. Y del otro lado, un electorado desorientado, un nuevo gobierno y una agenda política muy distinta a la de estos últimos 20 años de kirchnerismo.