Incontinencia urinaria: un problema frecuente que por vergüenza o subestimación no se termina tratando

La debilidad de la vejiga afecta la calidad de vida de 1 de cada 3 mujeres y 1 de cada 10 hombres. Especialistas en Urología del Hospital de Clínicas de la UBA sostienen que en muchos casos tiene solución sin necesidad de una cirugía. En el Alemán implementan un neuromodulador. Claves, causas y tratamientos para una enfermedad poco abordada.

Incontinencia urinaria: un problema frecuente que por vergüenza o subestimación no se termina tratando

Hay patologías que son subdiagnosticadas. Una de ellas es la incontinencia urinaria (IO), especialmente en mayores de 40 años, donde entran en juego la vergüenza y la subestimación. La IO es la pérdida involuntaria de orina a través de la uretra, con al menos dos o más episodios en un mes o más de tres en un año.

Pero no es solo una patología biológica: representa un problema higiénico y social. Afecta la calidad de vida e influye en las relaciones sociales, familiares, causa vergüenza, aislamiento social, problemas higiénicos, económicos, físicos y laborales, sumado a la disminución de la actividad sexual y en varios casos, un aumento de la depresión y la ansiedad.

Según la Federación Mundial de Incontinencia y Problemas Pélvicos (WFIPP), la debilidad de la vejiga afecta la calidad de vida de 1 de cada 3 mujeres y 1 de cada 10 hombres. Especialistas en Urología del Hospital de Clínicas de la UBA sostienen que en muchos casos tiene solución sin necesidad de una cirugía.

“La incontinencia urinaria es la pérdida involuntaria de orina asociada a un esfuerzo físico como toser, reír, correr o caminar; o aquella que está acompañada o inmediatamente precedida de ‘urgencia’, es decir, la percepción de un deseo de orinar súbito claro e intenso, difícil de demorar y con miedo al escape”, afirma María Belén Maza, médica uróloga, especialista en urodinamia y disfunciones miccionales del Hospital de Clínicas de la UBA (MN 146.060).

Si bien crece en personas mayores, es un síntoma que afecta a todas las edades y géneros. Según Maza, se trata de una problemática “muy subdiagnosticada” y sostiene que está oculta “por vergüenza, porque la consideran normal por la edad debido a una una creencia que fue pasando de generación en generación y hay quienes no consultan porque creen que tendrían que operarse y no quieren, lo cual es un error porque las causas son múltiples y muchas veces no requiere cirugía”.

«No debe ser una opción»

La especialista remarca que el hecho de consultar va más allá de la cantidad de orina que se pierda: “vivir con incontinencia no debe ser una opción dado que lastima la piel por la acidez de la orina y la humedad constante, predispone a infecciones urinarias y en ciertos casos, como la incontinencia por obstrucción prostática o por prolapso, puede generar falla renal dañando gravemente la salud. Además, suele ser un síntoma que altera la calidad de vida, alejándonos muchas veces de reuniones, actividades o tareas diarias fuera del hogar”.

¿Qué puede causarla? Hay múltiples razones. “Pueden ser anatómicas -por alteración de los mecanismos de sostén de la uretra-; farmacológicas; idiopáticas -cuando no es posible distinguir su origen-; por cirugías pélvicas previas; avance de la edad. En las mujeres adultas, predomina como causa el parto y la menopausia, y en el hombre, las alteraciones prostáticas y la edad. Además hay múltiples enfermedades que pueden generar incontinencia como la diabetes; la esclerosis múltiple; el Parkinson y otras patologías neurológicas como mielomeningocele; lesiones medulares; patología vesical; entre muchas otras. Y también puede estar asociada, por dar otro ejemplo, a causas emocionales”, destaca Maza.

De hecho, causas como la ansiedad o el estrés van creciendo en protagonismo, según indican especialistas. Por eso sugieren que, en estas situaciones, también haya un abordaje psicológico que complemente al biológico. También hay quienes sugieren trabajar con un/a fisioterapeuta para ayudar a identificar y contraer los músculos correctos.

Aún así, lo primordial es el diagnóstico certero, a cargo de un especialista en urología, que permite dar con el mejor tratamiento. Desde el Centro Argentino de Urología informaron que los tratamientos ofrecen una variedad de opciones, desde las terapias kinésicas, los medicamentos, la energía electromagnética para estimular los músculos profundos del suelo pélvico (EMSELLA), cirugías mínimamente invasivas y  las cirugías convencionales.

Romina Domenech, jefa del área de Rehabilitación de piso pelviano del Servicio de Ginecología del Hospital Universitario Austral, explicó que “la incontinencia de orina puede llevar a las personas que la padecen a suspender actividades y aislarse con el consiguiente impacto en la calidad de vida”.

Y aseguró la importancia de consultar a un profesional: “actualmente contamos con diferentes opciones de tratamiento que permiten responder a las necesidades de cada paciente, siendo uno de ellos el tratamiento kinésico que tiene la ventaja de no ser invasivo ni tener efectos secundarios”. 

El o la especialista definirá el tratamiento dependiendo del tipo de incontinencia del paciente. En muchos casos se indica una combinación de tratamientos. Por ejemplo: entrenamiento de la vejiga, para prolongar el tiempo de retención urinaria entre las necesidades actuales de ir a orinar; orinar dos veces (orinar y esperar unos minutos para volver hacerlo); horarios programados para orinar; cambio de hábitos, como limitar o evitar el alcohol, la cafeína y los alimentos ácidos, reducir el consumo de líquidos, bajar de peso y realizar actividad física.

Neuromodulador

En el Hospital Alemán manifiestan que «en los pacientes refractarios a tratamiento médico» se presentan opciones más avanzadas e invasivas, entre las que se encuentra la neuromodulación: «se trata de una técnica muy similar a un marcapasos para la vejiga, en la que se coloca un electrodo sobre la raíz sacra S3 guiado por radioscopía, que mediante la estimulación del circuito eléctrico local modula las aferencias centrales de la vejiga hacia los centros superiores».

El tratamiento tiene una primera fase, en la cual colocan un generador transitorio y se evalúa la respuesta durante 7 a 14 días, si la respuesta es satisfactoria (mejoría de los síntomas en más de un 50%) se coloca el generador definitivo: el Interstim II. «Este generador es un dispositivo pequeño que se coloca en el tejido celular subcutáneo por encima del glúteo y tiene una batería cuya duración promedio es de 5 años. Ambas etapas son mínimamente invasivas y se pueden realizar con anestesia local y sedación».

Cuentan que en Estados Unidos suele aplicarse regularmente pero en nuestro país es una terapéutica poco difundida aún, que se indica en aquellos pacientes cuya sintomatología persiste pese al tratamiento médico: «la idea del neuromodulador suele sorprender a los pacientes y médicos no familiarizados con el tratamiento, pero en los pacientes adecuados, la terapia realmente mejora la calidad de vida».

Maza subraya que la mayoría de las veces es posible encontrar una solución y mejorar la calidad de vida: «Hay terapias que abarcan cambios de hábitos, tratamientos kinésicos, farmacológicos, quirúrgicos, la colocación de colectores urinarios o cateterismo intermitente en el caso que sea necesario. El botox es también una terapia muy utilizada en el caso de que la incontinencia sea de urgencia y generalmente se usa cuando fallan terapias previas como la farmacológica”.

Y concluye con que el diagnóstico de esta afección multicausal se alcanza a partir de “un buen interrogatorio y un examen físico por parte de los médicos para el cual la persona debe tener ganas moderadas de orinar. En consultorio se chequea el estado de sus genitales, su fuerza muscular, se observa si se presenta prolapso y si tiene cicatrices por cirugías previas. Además se lleva a cabo un examen neurológico de la región pélvica y se descartan lesiones asociadas”.