Un cierre de listas con todos los matices: tensión, sorpresa y heridos

Con un anuncio informal y la posterior contramarcha, el oficialismo se ganó todas las portadas del viernes y sábado. Surgió una fórmula impensada, con un candidato principal que dio batalla hasta el final. El cierre para JxC mostró una cara más ordenada, después de una precampaña sumamente áspera.

Un cierre de listas con todos los matices: tensión, sorpresa y heridos

Por José Angel Di Mauro

Tan sorpresiva fue la definición de la fórmula presidencial oficialista, como desprolija. La desprolijidad es un hecho frecuente en los cierres de listas, pero es precisamente algo que debe tratar de evitarse, pues genera inexorablemente heridos.

Heridos tienen todos los cierres de listas, pero semejantes volteretas registradas en el novel Unión por la Patria hacen prever un tendal de magnitud imprevisible. Aunque si se lo piensa con detenimiento, no debería sorprender semejante grado de disputas en un frente caracterizado por tener tantas tribus obrando por su cuenta.

Demasiados sectores muy distintos entre sí, todos amalgamados simplemente por el poder. Y por una figura aglutinante, ya no por la generación de consensos (más bien lo contrario), sino por ser la dueña del grueso de los votos. Pero que decidió no competir, y eso inexorablemente le resta fortaleza.

El deshoje de la margarita electoral concluyó con la elección por parte de la vicepresidenta de ese hijo de la generación diezmada, mas sin la firmeza necesaria para estos casos. Convicción que tuvo en su momento con otras elecciones en las que no le fue para nada bien (léase Amado Boudou, Alberto Fernández). Pero cerca de Cristina Kirchner ponen como un dato a su favor la elección de Axel Kicillof para la provincia de Buenos Aires. Reivindican en tal sentido “el buen ojo” de la Jefa, que dos años antes de 2019 le recomendó a su exministro de Economía salir a recorrer la Provincia. Es lo que ahora sugirió a Eduardo “Wado” de Pedro, pero con mucho menos tiempo, está claro. La instalación de una candidatura necesita tiempo, más si es a escala presidencial; y si bien se trata del ministro del Interior de estos cuatro años, nunca llegó a ser tan conocido.

Con todo y cuando los tiempos exigían definiciones, Cristina -que era en definitiva la palabra decisoria- resolvió ir a la batalla decisiva con alguien propio. El complemento elegido fue alguien que desde hace tiempo añoraba ese lugar, sino directamente la presidencia. Contaba con el apoyo de los gobernadores del Norte Grande, y parte de su operativo de instalación se vio en las paredes de la Ciudad los últimos días, con carteles que proclamaban la consigna “Juan Manzur presidente”. Siempre hay que pedir algo más para después negociar al menos un premio consuelo.

A la luz de los hechos, para muchos el anuncio de la fórmula Wado-Manzur fue tomado como un globo de ensayo. En rigor, cuando lo soltaron, la decisión estaba tomada, aunque prefirieron actuar con cautela. Y en estos tiempos, si no hay un tuit institucional, o de CFK, que lo avale, nada parece ser definitivo.

Promediando el jueves, cuando el binomio de candidatos estaba en boca de todos, trascendió cierto descontento del cristinismo, donde atribuían a los tucumanos la intencionalidad de instalar a su gobernador. Entonces lo de Manzur quedó en el frizer, mas no la postulación de Wado, coronada con un video donde confirmaba ser el elegido. Así y todo, quedó claro por esas horas que la sensación generalizada en la dirigencia oficialista era que se había elegido una fórmula para perder.

Las dudas estaban en la reacción de Sergio Massa, que a todas luces quedaba como el gran perdedor de este cierre de listas. No había manera de contentarlo: la senaduría por la provincia de Buenos Aires parecía un consuelo demasiado menor para “semejante esfuerzo”, tales las palabras del massismo. Su esposa no aceptó la vicegobernación bonaerense que le ofrecieron, argumentando que mantenía su interés por la intendencia tigrense. También aparecía Cecilia Moreau postulada para diversos lugares en distintas listas… Lo cierto es que el ministro de Economía se ocupó de hacer saber de su enojo y decepción, más allá de que el viernes a media tarde difundiera en un chat de la dirigencia del Frente Renovador un mensaje tranquilizador. Ya por entonces avanzaba el acuerdo que lo iba a ungir.

Fue, en definitiva, la razón por la que se dilató tanto el anuncio. En el ínterin, el presidente habló con algunos gobernadores, uno de los cuales hizo saber -con inocultable intencionalidad- que Fernández les había sugerido que insistieran con una fórmula de unidad encabezada por Massa, en la que él pondría al vice.

A la luz de los hechos, fue lo que terminó sucediendo: hace rato que Agustín Rossi está más alineado con el presidente que con el kirchnerismo al que siempre y tanto sirvió.

En este contexto, la fórmula resuelta lejos está de parecer del gusto de la vicepresidenta, más allá del acuerdo estratégico que mantiene con el actual ministro de Economía, que esta última semana pasó horas y horas en el Congreso de la Nación, yendo y viniendo desde el despacho de la presidencia de Diputados al del Senado, como cuando presidía la Cámara baja. ¿Cedió Cristina? Pareciera que sí, como así también quedó claro que la precandidatura de Daniel Scioli estaba promovida por Alberto Fernández, quien se quedó con el éxito final de haber aportado el complemento de la fórmula, más allá de que no habrá PASO en el oficialismo, como él también promovía.

Tampoco debe ser tomada esta como una derrota de Cristina Kirchner, quien está claro que prevé un traspié oficialista en estas elecciones. En ese contexto, podrá decirse que no es ella la que vaya a resultar derrotada, si el traspié sucede. Cuando ella habla de garantizar que el oficialismo esté en el balotaje no habla de una estrategia vencedora, sino de asegurar una buena cosecha legislativa que le garantice fuerza en el Congreso. Para eso se reservó la lapicera, y quedó claro en la confección de las listas en todos los distritos. La vicepresidenta quiere evitar la experiencia de 2015, cuando la escisión de una porción del Frente para la Victoria (17 diputados que dejaron esa bancada, impulsados por sus gobernadores) favoreció el avance de Mauricio Macri con las leyes.

Por lo demás, el plan cristinista está en hacerse fuertes en la provincia de Buenos Aires, esperando la hora del regreso. Están los antecedentes que dicen que cada vez que la provincia estuvo en manos del peronismo, el gobierno nacional de signo opuesto no duró más de dos años: Raúl Alfonsín 1987/1989; Fernando de la Rúa 1999/2001. Con la provincia en manos de María Eugenia Vidal, Mauricio Macri evitó ese designio.

Que nadie se sorprenda si, transcurridas las PASO, el gobernador Kicillof decide separar las elecciones bonaerenses de la nacional; tiene esa potestad, y podrá decidirlo según lo que suceda en agosto.

Tanto lío en el cierre de listas del oficialismo hizo que la semana de Juntos por el Cambio luciera mucho más ordenada, algo que hacía rato no mostraba ese espacio. Y que le viene de maravillas, justo en momentos de aparente declive del tercero en discordia, el hasta ahora ascendente Javier Milei. Los últimos días, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich volvieron a ser vistos como los más probables presidenciables.

Con el líder libertario pasó lo que tenía que pasar: ese espacio no se sostiene en un partido, sino estrictamente en una sola figura, que justamente no utiliza la política para amalgamar su espacio. Nada puede salir bien allí entonces. Lo que venía viéndose en todas las elecciones provinciales se potenció a la hora de mostrar músculo con el armado nacional, y el común denominador allí han sido los enojos, denuncias y eyecciones.

La definición obligada de nombres llevó a la principal oposición a mostrar alineamientos y planes. Al hacerlo bajar de su precandidatura a jefe de Gobierno para no afectar las posibilidades de Jorge Macri. Patricia Bullrich anunció que Ricardo López Murphy estará a cargo del área de seguridad, defensa e inteligencia, aunque no estableció aún la definición concreta de los ministerios.

Rodríguez Larreta reforzó su perfil con la dureza que le aportan Miguel Pichetto como candidato a diputado y futuro presidente de la Cámara baja si el jefe de Gobierno gana la interna y luego la presidencia, más Gerardo Morales como vice.

Lo del jujeño merece párrafo aparte, al cabo de una semana signada por los graves disturbios en su provincia, de la que terminó saliendo airoso, a juicio de todos los observadores. Quienes pusieron en duda la candidatura del gobernador a vicepresidente por esos episodios pueden haberse sentido defraudados, pero la realidad es que Morales resultó fortalecido, a los ojos de buena parte de la dirigencia del propio JxC. Sobre todo el sector halcón que lo recelaba; sirvió también para el espacio en sí, que pudo mostrar después de mucho tiempo el martes pasado una imagen de unidad de la que tanto se había distanciado en los últimos tiempos, con sus principales precandidatos sentados juntos.

Y sobre todo para mostrar lo que puede llegar a suceder con un gobierno de signo opuesto al actual y sectores obsesionados desde el primer día para hacerles la vida imposible.