Darío Fernández: «El soccer tiene poco de fútbol: juegan mucho al soccer y poco al fútbol, no hay cultura futbolística»

Jugó en 13 equipos durante los 17 años de su carrera. Y ahora entrena a chicos y chicas en las divisiones inferiores de Estados Unidos. Enfocado en la formación, es una voz autorizada para medir el "boom Messi" en las raíces de la MLS, más allá del show.

Darío Fernández: «El soccer tiene poco de fútbol: juegan mucho al soccer y poco al fútbol, no hay cultura futbolística»

Después de haber jugado como profesional durante 17 años en 13 equipos, Darío Fernández -44 años, nacido en Punta Alta, provincia de Buenos Aires- se radicó en Abilene, estado de Texas. En Estados Unidos, entre 2017 y 2021, trabajó como entrenador en las infantiles del FC Dallas de la MLS. Y desde entonces lo hace en la Sub 13 femenina y Sub 15 y 18 masculina de la filial West Texas de la Sting Soccer Club, una de las academias de soccer más antiguas de Estados Unidos. En Argentina había ascendido con Olimpo y Quilmes a Primera. Y había jugado en Independiente Rivadavia, Godoy Cruz y Chacarita, antes de Grecia, Israel y Chipre. N° 10 y zurdo, maradoniano, era “Firulete”. Desde el país de la liga de Lionel Messi, Darío Fernández, voz crítica en el análisis, se enfoca ahora en qué es el fútbol (formativo).

-¿Se perdió el amor por el juego?

-El gran problema en el fútbol infanto-juvenil no son los chicos: somos nosotros, los adultos. Hace muchos años les hemos robado el juego a los niños para beneficio propio, y es tiempo de devolvérselo. Los entrenadores, el exitismo por ganar, por el resultado, se ha trasladado del fútbol profesional al infanto-juvenil, y masivamente. Cuando éramos chicos utilizábamos a los formadores para crecer y mejorar. Ahora se ha invertido: son los entrenadores los que utilizan a los niños para ellos crecer y trepar al profesional, a dirigir en Primera. Ese es el dilema. En las formativas hay muchos entrenadores y muy pocos formadores. Antes era al revés. Y los formadores sabían la diferencia entre fútbol juvenil y profesional. Ahora no. Tenemos que tratar de educar, pero no a los niños, sino a los adultos, tanto entrenadores y coordinadores como padres. El amor a la pelota no es el mismo que antes, porque ésta circunstancia se globaliza en el mundo y porque la tecnología hace que los niños no jueguen. Antes nuestro juguete era la pelota, y nada más. Llegábamos de la escuela y la diversión era ir a jugar a la pelota al potrero, a la calle, al campito, al baldío. Por la inseguridad y por la urbanización, el niño juega cada vez menos. La única hora en que ellos juegan es cuando van a la escuela y a las inferiores, pero ya no juegan, los hacen “entrenar”.

-¿Se puede enseñar a jugar?

-Un niño puede nacer con talento y después ir mejorándolo y desarrollándolo a través de los años. Como formadores podemos darle información. Después, no sabemos si va a aprender. Porque no podemos enseñar: el niño aprende, que es diferente. Hoy los entrenadores piensan que pueden enseñar. Lo único que podemos hacer es que aprendan. Pero no los dejamos aprender, explorar, descubrir. Antes aprendíamos silvestremente, en la calle. Después, cuando íbamos a la academia, nos acomodaban un poquito el puesto, nos orientábamos, pero la técnica individual la aprendíamos en la calle porque jugábamos de cinco a seis horas.

-¿Qué es lo que te fascina de formar jugadores?

-En el fútbol formativo tenés más tiempo para trabajar. En el profesional no se puede ver la evolución de un jugador: a los tres partidos si perdés te quieren echar. Pero ahora los entrenadores en el formativo ponen al grandote y tosco de delantero para que le tiren pelotazos y haga goles de cabeza y ganar, y después chequean la tabla general. Si están arriba, es un trabajo impresionante; abajo, un desastre. Los dirigentes analizan un trabajo según las tablas de las inferiores, y es una vergüenza. Los dirigentes, sin darse cuenta, están empujando a los entrenadores a hacer lo grotesco: les enseñan a los chicos a ganar y no los dejan aprender a jugar. Primero se aprende a jugar a la pelota y después al fútbol. El problema es que, después de tres años, se dan cuenta de que ese niño grandote y tosco no tiene tanto talento y lo dejan libre. Y nos perdimos del chiquito habilidoso con técnica, de un Saviola, de un Aimar, al que no lo hicimos jugar porque no tenía poderío físico.

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