Lecciones de 2015 y la importancia superlativa de un debate decisivo

Con ratings comparables a los partidos de la Selección, ya no se puede considerar inocuos a los debates. En todo caso valdrá la observación de quienes sostienen que “un debate no te hace ganar una elección, pero puede hacértela perder”.

Lecciones de 2015 y la importancia superlativa de un debate decisivo

Por José Angel Di Mauro

El próximo domingo concluirá finalmente el dilatado cronograma electoral 2023. Un año que vivimos de elección en elección, lo cual explica en gran medida el fastidio imperante en la materia. Algún entusiasta podría llegar a decir que es un buen modo de homenajear los 40 años de democracia, pero claramente esa no fue la razón de semejante desdoblamiento electoral.

Dieciocho provincias adelantaron sus elecciones, en general con el fin de evitar a las administraciones peronistas quedar contaminados por el rechazo generalizado que las encuestas exhiben respecto la gestión del Frente de Todos. Tan es así que para competir electoralmente el oficialismo desechó definitivamente esa denominación, a sabiendas de que se trataba de una marca sumamente desgastada.

Nobleza obliga, lo mismo hizo en 2019 Cambiemos, aunque el recurso no le alcanzó a revertir un destino que parecía escrito de antemano.

Los argentinos vivirán el próximo domingo la segunda experiencia de nuestra historia en materia de balotaje. Es, eso sí, es la cuarta vez que se presenta esta alternativa, dos de las cuales fueron desechadas por uno de los competidores, por razones distintas.

La más reciente y fácil de recordar fue la de 2003, cuando Néstor Kirchner se consagró presidente. Las elecciones generales habían sido el 27 de abril de ese año, producto de un cronograma electoral que el entonces presidente interino Eduardo Duhalde había acelerado tras los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Esa elección fue ganada por la fórmula MenemRomero, que alcanzó un exiguo 24,45%, y salió segundo el binomio Kirchner-Scioli con el 22,24%.

A sabiendas de que le sería imposible imponerse en la segunda vuelta prevista para el 18 de mayo, cuatro días antes el expresidente Menem anunció su decisión de renunciar a su candidatura, lo que automáticamente convirtió a Kirchner en presidente electo.

Hay otro balotaje que no se hizo: fue en 1973. La dictadura encabezada por el general Alejandro Agustín Lanusse había hecho en 1972 una reforma constitucional que modificó el sistema electoral estableciendo que el presidente debía ser elegido por voto directo y mayoría absoluta de votos, sancionando una legislación electoral por la cual, en caso de no alcanzar ese porcentaje en la elección, debía realizarse una segunda vuelta o balotaje entre los candidatos que hubieran sumado más del 15%. Esa curiosa definición había sido escrita con la esperanza de que el voto antiperonista se coligara en la segunda vuelta.

La fórmula Cámpora-Solano Lima obtuvo en primera vuelta el 49,53% de los sufragios. El candidato radical, Ricardo Balbín, logró el segundo lugar con apenas el 21,29% y Francisco Manrique -que era el candidato de la dictadura- obtuvo el tercer lugar, pero sin alcanzar el 15% que le hubiera permitido ir al balotaje. Como no tenía la más mínima posibilidad de ganar, pocos días después Balbín anunció que no se presentaría en la segunda vuelta y Cámpora fue proclamado presidente.

Las comparaciones que quieran hacerse para las elecciones del próximo domingo deben establecerse entonces con el balotaje de 2015 entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. Allí el candidato oficialista resultó derrotado, luego de haberse impuesto en las dos citas previas: en las PASO, la fórmula Scioli-Zannini sumó el 36,69%, mientras que Cambiemos alcanzó un 28,57%; pero dentro de ese espacio, Macri-Michetti habían reunido el 24,49%.

En las generales, Scioli creció muy poco: menos de un punto (37,08%), mientras que quien luego se consagraría presidente llegó al 34,15%. Macri sostiene por estos días que las encuestas previas presagiaban hace 8 años un amplio triunfo suyo para esa segunda vuelta, que terminó ganando de manera más exigua, por 2,68 puntos: 51,34% a 48,66%, y atribuyó la paridad final al relativo éxito que habría tenido “una campaña del miedo” que le adjudica a “unos brasileños” que se sumaron a Scioli para esa segunda vuelta. Convertido en una suerte de padrino de la campaña de Javier Milei (dicho esto en tono descriptivo, no despectivo), Macri completó diciendo que “esos mismos brasileños ahora están ayudando a Massa”.

Tiene sentido ese tipo de campaña para un balotaje. Los especialistas sostienen que esas instancias se definen atrayendo para sí los votos que fueron ajenos en las elecciones previas, y eso se consigue exponiendo todo lo malo del rival. Convengamos que el personaje Milei se adecua bastante para ese tipo de campañas: tiene aristas controvertidas que ha expuesto a lo largo de su breve y muy mediática carrera política.

Tiene sentido apelar a esos métodos para el candidato oficialista, que ocupa un cargo clave en un gobierno malo del que quiere mostrarse ajeno. Curiosamente estaría consiguiendo, a la luz de los hechos: salió tercero en las PASO y ganó las elecciones generales, siendo el candidato que más creció entonces.

La mitad vacía del vaso dice que Massa podría haber logrado reunir el 22 de octubre todo el voto que tenía a su alcance. “Ahora no tiene de dónde conseguir más”, sostienen quienes lo ven perdidoso. Pero siempre hay de dónde, replican los optimistas que piensan que el candidato de UP no solo superó en octubre al ganador de las PASO y favorito, sino que también le sacó una gran ventaja.

Imágenes del triunfo de Massa en las generales.

Ese efecto duró unos días, sobre todo el de la elección. Para el candidato libertario, los días siguientes fueron los más complicados de toda la campaña, e incluyeron un reportaje televisivo muy viralizado en el que no se lo vio bien. Necesitaba un revulsivo para reflotar su candidatura y se lo dieron Mauricio Macri y Patricia Bullrich, con el apoyo a su candidatura. Si bien tal decisión fue anunciada y reivindicada su autoría por la ex candidata presidencial junto a su compañero de fórmula a los tres días de su derrota, está claro que la jugada estaba en la mente del expresidente desde hacía bastante tiempo y ahora se entiende más su discurso de la noche de las PASO.

Esta estrategia ha puesto a Milei tan competitivo que figura al frente de la mayoría de las encuestas que se han conocido. Alguna de ellas anticipa que un 70% de los votantes de JxC se inclinaría por La Libertad Avanza en esta instancia definitiva. El dato que relativiza esa sensación de “partido concluido” lo da la falibilidad de las encuestas, amén de que se supone que un balotaje es más fácil de medir.

Javier Milei se siente muy competitivo.

En este contexto de diferencias tan finitas, resulta clave el debate que tendrá lugar este domingo. Obligatorio desde que en 2016 se sancionó la ley que los reglamenta, luego de que por primera vez se realizaran en 2015, oportunidad en la cual Daniel Scioli se ausentó a la primera cita, pues se autopercibía favorito. Sí se presentó al debate previo al balotaje.

A partir de la experiencia de esta elección, difícilmente los analistas insistan en relativizar el efecto de los debates. Con ratings comparables a los partidos de la Selección, ya no se los puede considerar inocuos. En todo caso valdrá la observación de quienes sostienen que “un debate no te hace ganar una elección, pero puede hacértela perder”.

A propósito, no son pocos los que sostienen que buena parte de la suerte adversa de Patricia Bullrich en estas elecciones debe adjudicársela a su fallida intervención en el primer debate, cuya mala performance ella adjudicó a un fuerte estado gripal.

El antecedente más fresco en la materia es el debate del miércoles entre Agustín Rossi y Victoria Villarruel. Todos coinciden en que la diputada fue clara vencedora. Ya había estado bien en el primero de los debates entre los vices, y esta vez ratificó sus cualidades. Rossi en cambio lució “trabajando a reglamento”. Como si la responsabilidad de esta elección solo estuviera en manos de su compañero de fórmula, el jefe de Gabinete pareció preocupado apenas por atenerse a la recomendación de no mostrarse agresivo con su adversaria, como sí lo había hecho en el primer debate. Esta vez se limitó a quejarse porque la compañera de fórmula de Milei le hablara encima.

El debate entre Villarruel y Rossi, donde la candidata marcó diferencias a su favor.

Para un debate hay que estar en todos los detalles. Victoria Villarruel se presentó con una camisa blanca y jeans, moderadamente maquillada. Distinta por ejemplo a Patricia Bullrich, que en plena campaña cambió su look mostrándose con un maquillaje excesivamente cargado, que lejos estaba de beneficiarla.

Atento a no desaprovechar ninguna chance, Massa buscará exponer este domingo a su rival, aunque su mayor preocupación pasará por evitar que la economía de este gobierno, que como ministro él maneja, ocupe la mayor parte del debate. Milei intentará evitar desbordes y transitar el angosto desfiladero en el que lo buscarán poner para desligarse de una eventual tutoría de Macri, sin desencantar a los votantes de JxC que tanto necesita. 

Mientras tanto, en plena cuenta regresiva hacia el balotaje, estalló un escándalo de proporciones, con las revelaciones de la justicia respecto del espionaje ilegal. “No nos entra un quilombo más”, dijo en su momento Sergio Massa, que sin embargo ahora debería estar más tranquilo, pues si bien el tema es más grave, no es más impactante que el “yategate” y su efecto electoral fue nulo, con victoria holgada oficialista en el distrito de Insaurralde.